Hay
situaciones que te cambian la vida, y otras que le añaden sabor y textura. Ayer fue uno de esos momentos.
Las
chicas de A Punto!! llevábamos un mes maquinando una guerrilla del ganchillo
para San Valentín. No recuerdo cómo surgió la idea pero fue tomando la forma de
un centenar de corazones hechos de ganchillo. Ayer, miércoles, era nuestro día
habitual de reunión y, además, era la fecha para realizar nuestra primera
guerrilla del ganchillo en la Ciudad Condal.
Una de
las vallas del jardín de la
Plaza de la
Vila de Madrid quedó adornada por los coloridos corazones de
ganchillo que habíamos hecho. Los había planos y rellenos de guata al estilo
amigurumi, los había grandes y diminutos, rojos, verdes, azules y multicolores,
y todos ellos portaban mensajes de amor.
Aunque
nuestra intención era colgarlos y, tras tomar unas fotos, dejarlos a su merced
y a la merced de los transeúntes, lo cierto es que estuvimos clavadas durante
dos horas frente a ellos. Era imposible desentenderse de la interacción de
personas anónimas con lo que acabábamos de hacer. Era como si hubiera un imán
invisible que nos mantuviera atraídas hacia la valla decorada.
Algunas
personas se detenían tímidamente a mirar, otras hacían fotos y algunas nos
preguntaban. Si eran “nuestros”, si los vendíamos, cual era nuestra intención…
Realmente hubo encuentros entrañables, como la señora que se llevó un corazón
blanco para su nieta de un mes y que se detuvo a charlar con nosotras. O las
dos chicas extranjeras que nos dijeron que deberíamos hacer eso todos los días.
Un hombre con gorra en bicicleta se detuvo a fotografiar los corazones.
Terminamos por darle nuestro correo electrónico, tras una charla distendida, y
aquella misma noche nos envió las fotos que había hecho. Nos visitó un jardinero
que no sabía decidirse por cual corazón llevarse, o la fotógrafa que iba a ver
una exposición y se quedó a charlar con nosotras durante las dos horas que
estuvimos allí, heladas de pies a cabeza pero felices. O la artista que busca
corazones en la naturaleza.

Creo
que ninguna de nosotras cree en San Valentín (y somos más de Sant Jordi) pero
la fecha se prestaba para el fin y la experiencia fue tan gratificante que no
os extrañe que cualquier otra día, aprovechando cualquier excusa, se nos ocurra
volver a decorar la ciudad con el arte efímero de alguna figura hecha de lana.